Martín Chambi, el indígena que 'desnudó' el alma de los Andes
La Casa de América acoge, en el marco de PhotoEspaña, una exposición de fotografías del artista peruano pobre que retrató a la sociedad andina como nadie
Era muy poco probable que un indígena de una aldea de Puno a casi 3.800 metros sobre el nivel del mar, entre el lago Titicaca y la selva, acabara convirtiéndose en el fotógrafo peruano más importante del siglo XX. Más aún viniendo de familia campesina, pobres por descontado, quechuahablantes. Sin embargo, Martín Chambi alcanzó la celebridad en su actividad, publicó en National Geographic y expuso en vida en toda América Latina y parte de Europa y Estados Unidos. La suya es una historia tan fascinante como las sobrecogedoras perspectivas del Machu Picchu que capturó con su cámara.
Mario Vargas Llosa, que compara en genio a Chambi con el Inca Garcilaso o César Vallejo, destacó en un artículo de 1998 que «Chambi realizó su obra monumental en una provincia de la sierra peruana supliendo con su esfuerzo, su imaginación y su destreza –con su genio– las limitaciones que ello significaba». «Decir que fue un pionero es cierto, pero es insuficiente», añade el Nobel peruano. Para Andrés Garay, comisario junto a Stefano Klima de la exposición Martin Chambi y sus contemporáneos. Los Andes fotografiados, es innegable el «poder de enamoramiento generación tras generación de este fotógrafo, es algo mágico». La muestra, con casi 130 instantáneas de la Colección Jan Mulder, del 2 de junio al 2 de septiembre en Casa de América, se enmarca dentro de PhotoEspaña 2023 y permite pasear por una región apabullante y rica de la mano de los fotógrafos que la retrataron entre 1920 y 1950, con especial foco en Chambi.
«Chambi se encontró con una cámara, un instinto infalible y un conocimiento de primera mano del terreno y la cultura andina justo cuando más convenía»
¿Cómo llegó entonces este tipo destinado a una vida penosa en la puna a ganarse la vida holgadamente con su actividad artística? A sus 14 años, Martín Chambi quedó huérfano de padre y se sumó a las cuadrillas de trabajo de las minas de oro de Carabaya. Allí descubrió la fotografía de la mano de uno de los ingenieros que documentaba el yacimiento. Cuando logró reunir una cantidad decente de pepitas de oro, abandonó el tajo y se fue a Arequipa con la intención de trabajar en el estudio de Max T. Vargas. La sociedad arequipeña se encontraba entonces en plena ebullición y, durante siete años, Chambi aprendió el oficio al lado de su más reputado retratista. Posteriormente, se estableció por su cuenta en Sicuani, vendiendo postales a 20 centavos y, finalmente, abrió negocio en Cuzco, la vieja capital inca.
«En Arequipa había asimilado los códigos europeos de fotografía, la técnica y la noción de la fotografía como empresa. Así que, cuando en 1920 se instala en Cuzco, arranca una obra como profesional independiente con dos ejes: por un lado, el retrato fotográfico, con su estudio propio y con mucha clientela, la mejor, aquellos que podían pagar retratos finos; por otra parte, nace ahí un Chambi más universal, el que tiene que ver con su trabajo documental», explica Garay. El descubrimiento de Machu Picchu por parte de Hiram Bingham en 1911 había despertado un interés internacional por los Andes y la cultura prehispánica. Las revistas occidentales se interesaban por este material y el negocio de postales turísticas era boyante.
Chambi se encontró con una cámara, un instinto infalible y un conocimiento de primera mano del terreno y la cultura andina justo cuando más convenía. Pero sin una vocación genuina de documentalista, nada hubiera funcionado al nivel que lo hizo. «Chambi se propuso fotografiar las ruinas arqueológicas, los vestigios prehispánicos, las costumbres indígenas, los tipos, los paisajes, y ese trabajo lo hizo por libre, nadie se lo encomendó -prosigue el comisario-; se trata de una plática fotográfica donde se advierte la mirada del fotógrafo con mucho respeto humano hacia los indígenas y los mestizos». Ante su cámara pasan perspectivas vertiginosas, aldeanas en traje regional, llamas y vicuñas, pobres gentes y gentes no tan pobres como Don Julio Gadea, prefecto de Cuzco. El retrato familiar de su boda fue considerado por el MoMA, que adquirió numerosas instantáneas suyas a finales de los 70, como «una de las más grandes fotografías del siglo XX».
Asegura Vargas Llosa que «de su codiciosa mirada se puede decir que lo vio todo. De su curiosidad, que era inagotable y que lo llevó a explorar de pies a cabeza y de cabo a rabo esa provincia pequeña e intensa cargada de historia y de drama social, sobre la que disparó incansablemente los fogonazos de su viejo armatoste, esa cámara de placas con la que hizo verdaderos prodigios en su estudio, en las calles, los jardines de recreo, los pueblos, las comunidades nativas, las ferias, los valles, las montañas». Chambi, opina Garay, «ofrece una lectura desde dentro de los Andes, un intento de comprender las tensiones sociales de Cuzco y de Perú. Te permite mirar y visibilizar una cultura que se conocía por los textos escritos. Hay un respeto a la dignidad humana por encima de clasificaciones y orígenes de grupos sociales». De hecho, el cineasta peruano José Carlos Huayhuaca se refirió a Chambi como «nuestro último cronista indio», en línea con el Inca Garcilaso y Guamán Poma de Ayala.
En la primera mitad del siglo XX, los Andes atrajeron a fotógrafos de dentro y fuera de Perú. La muestra inaugurada en Casa de América ofrece instantáneas de contemporáneos de Chambi como Max T. Vargas, Luigi Gismondi, Robert Frank, Irving Penn o Pierre Verger. «Los fotógrafos extranjeros van al Cuzco atraídos por la cultura andina, por los vestigios vivos de una cultura atractiva como la inca. Irving Penn llegó en el año 48 y pagó a indígenas para retratarlos en su estudio; Robert Frank, por su parte, se movió más por los pueblos con su Leica», explica Garay.
El trabajo de Chambi gozó de popularidad en su día. Fue el retratista predilecto de la burguesía quiteña y sus imágenes de tipo documental o etnográfico tuvieron predicamento en periódicos y revistas de numerosos países. Sus fotografías se vieron por primera vez en España en la Exposición Iberoamericana de 1929 de Sevilla. Desde los años 90, Chambi, fallecido en 1973, ha protagonizado numerosas retrospectivas en nuestro país y no ha dejado de ganar admiradores hacia una obra que, en palabras de Vargas Llosa, «desnudó toda la complejidad social de los Andes».